jueves, 28 de enero de 2010
Noticias Positivas
sábado, 9 de enero de 2010
Escuelas para la vida. Convivencia de curso.
Ha pasado ya un tiempo desde que compartimos aquel fin de semana de convivencia en la granja-escuela del proyecto “Escuelas para la Vida”. Por tanto, hemos debido encontrar ya los momentos de silencio y reflexión necesarios para asimilar todo aquello.
Volvimos felices pero profundamente tocados por el encuentro. Sin saber explicar a los chavales del grupo de Propuesta ni a nosotros mismos lo que allí acontece. Pero un poco de perspectiva, y una vuelta a la realidad ajetreada de cada día, con navidades de por medio, nos va poco a poco descubriendo que Pepín, Emilio y compañía, amasan, en Escuelas para la Vida, un proyecto de calado excepcional.
Lo que más llega de todo aquello es la lucha. El tremendo esfuerzo interior que aquellas personas que han decidido libremente pasar unos meses, años, vidas, al cobijo del proyecto, realizan cada día por liberarse. Porque estar enganchado es una cárcel en la que la condena es dictada por el propio espíritu del adicto. Cuando acaso sea el propio espíritu, el más temible de los jueces. La capacidad de liberarse implica no solamente vencer una adicción física sino luchar contra una esclavitud interior que ciega las ilusiones y las ganas de que exista un mañana desde siempre soñado. Y la batalla se gesta cada minuto de la vida en este lugar apartado tan emocionante.
En Escuelas para la Vida los alumnos se levantan temprano, no importa lo tarde que se haya terminado el día anterior. Los alumnos se saludan fraternalmente, y se desean lo mejor para el día. Trabajan en las tareas de una casa cada día más hecha hogar. Hay campo, huertos, invernaderos y animales que atender. Hay comida que preparar. Por la tarde, sin tiempo que perder, hay que estudiar los exámenes de acceso a la universidad para unos, el graduado escolar para otros, también hay estudiantes de carreras universitarias. Por si fuera poco, todos estudian música y preparan conciertos de villancicos para amenizar la navidad en su entorno. Montan obras de teatro. No paran. Hay voluntarios que acuden a realizar un taller de literatura y todos participan. Bajo el cuidado de Pepín, trabajan la paciencia, la memoria, la concentración, la reconstrucción interior. Hay tiempo para acoger a los visitantes, como fue nuestro caso, con mucho cariño y gratuidad. Pues también hay que trabajar la emotividad y el afecto. Hay tiempo para hablar y para ser escuchados, para ser comprendidos y atendidos. En la casa hay muchos libros gastados por el uso. Se ven películas y se les saca su jugo. Y no hay tiempo que perder ni que concederle al vacío.
La vida en la escuela, para los espectadores que venimos de fuera, parece amable y afectuosa. Pero se intuye dura. Porque el Ser Humano es cabezón y orgulloso. Y se ha hecho mucho daño a sí mismo, a los seres queridos, y hay muchas lágrimas y frustración en el pasado. Y hay que enfrentarse a ello.
Pero en Escuelas para la Vida parece que no hay sitio para ese pasado ni para el orgullo o la soberbia, y sí mucho espacio fraterno, manos tendidas y besos de hermano. Para vivir y participar del proyecto no valen las medias tintas. Lo único que pasa el filtro es un SÍ gigantesco por la vida, y las ganas de recorrer un camino distinto en el que el amor es el único vehículo, y la libertad interior el verdadero destino.
¿Y nosotros? Los de este lado, que nos creemos tan libres. ¿Acaso somos capaces de gobernar nuestra propia vida? ¿en verdad conseguimos no dejarnos embaucar por los cantos de sirena del mundo?. Nada de eso. Somos también alumnos de la vida, aunque no creamos que necesitemos ningún maestro. Necesitamos aprender a vivir como el que más. Y vencer muchas ataduras; adicciones invisibles que se han pegado al timón de nuestra vida. Cada uno que busque las suyas y que se fije por ejemplo en Pepín, Emilio, Miguel, Ramón, Claudio, José Antonio, y los demás, para encontrar el único camino que nos liberará en este mundo: esas cuatro letras que tanto nos cuestan entender. Los chicos de propuesta y sus acompañantes estamos hoy trabajando en ello.
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
Luis Cernuda
Los Placeres prohibidos, 1931